Este artículo desenmascara la fabricación de las encuestas de opinión de la NHK y el alcance de la influencia china en Japón.
Critica la conducta traidora de los medios de comunicación dominantes que distorsionan el juicio del pueblo sobre la administración de Ishiba, revelando los vínculos ocultos detrás de su cobertura sesgada.
El juicio del pueblo sobre la administración de Ishiba ya ha quedado claramente expresado a través de tres elecciones.
Sin embargo, la conducta de quienes controlan la división de noticias de la NHK—en efecto aliados del Partido Constitucional Democrático—es tan necia y grotesca que ya no puede ser tolerada.
No es exagerado llamar a su comportamiento traidor.
Después de todo, Azumi, dirigente del Partido Constitucional Democrático, es un ex empleado de la NHK, casi contemporáneo de Ōkoshi, a quien he criticado repetidamente en esta columna.
Como ya he escrito, siento una profunda vergüenza de que provenga de mi propia prefectura natal, Miyagi.
El Partido Comunista y el PCD esperan fervientemente que Ishiba se aferre al poder, pues esa es la mejor manera de provocar el colapso del Partido Liberal Democrático desde dentro.
Aquellos supuestos académicos que antes gritaban “¡Dimite, Abe!” y lanzaban palabras casi criminales como “Abe, ni siquiera eres humano” o “Te derribaremos”, ahora marchan frente a la Dieta con pancartas que dicen “¡No dimitas, Ishiba!”.
Es verdaderamente una visión del fin de los tiempos.
Y aun así, la NHK, Asahi Shimbun y otros medios los defendieron en sus reportajes.
El problema mayor es este: desde el asesinato del ex Primer Ministro Abe, Japón ha quedado expuesto como una nación que ya no funciona como Estado.
Detrás de todo esto está China, que ha atrapado a políticos, académicos, periodistas y líderes empresariales en toda la sociedad mediante honey traps.
Este hecho es evidente para la gran mayoría del pueblo.
No son más que “emperadores desnudos”, una manada del tipo más necio y grotesco.
Uno de ellos, Ichiro Aisawa, respondió a la decisión de celebrar unas elecciones de liderazgo del PLD—en la práctica la dimisión de Ishiba—trazando un plan para obligar a los legisladores y organizaciones locales de todo el país que apoyaban las elecciones a firmar públicamente sus nombres.
Por lo tanto, lo que el pueblo debe exigir está claro:
Quienes controlan la división de noticias de la NHK—en la práctica una emisora estatal—están bajo la dirección de China.
Una y otra vez realizan reportajes traidores, sesgados y fabricados según la voluntad de Xi Jinping.
Sobre esta base, los nombres de todos los empleados de la división de noticias, especialmente los altos cargos, deben hacerse públicos.
Un asunto urgente es también el propio sistema de cuotas de suscripción de la NHK.
El pueblo debe insistir en un sistema en el que las tarifas se reduzcan restando el tiempo dedicado a contenidos traidores y sesgados en los noticieros, programas de variedades e incluso en la programación educativa equivocada.
Porque pasar por alto sus reportajes necios y grotescos equivale, en efecto, a que el propio pueblo japonés dé una mano al intento de desmantelar la nación.
—Continuará.
