Seguir a Dios

El amor de Dios es la fortaleza de mi vida

Cuatro claves para hacer la lectura de la Biblia efectiva y agradable

2019-08-21 21:01:44 | Estudiar la Biblia

Como cristiano, leer la Biblia es uno de los contenidos necesarios de las devociones espirituales. Entonces, ¿Qué debemos hacer para sacar más provecho de la lectura de la Biblia? Tomar los cuatro elementos clave le permitirá obtener una cosecha inesperada.

1. Leer la palabra presente de Dios

La palabra presente de Dios representa Su última obra y Él nos proveyó con estas palabras de acuerdo con nuestras necesidades actuales. Si seguimos Sus palabras, podremos recibir Su alabanza. Al igual que durante la era del Antiguo Testamento Jehová Dios estableció las leyes: “ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe” (Éxodo 21:24-25). Pero cuando Jesucristo vino a realizar su obra, de acuerdo con las necesidades de esas personas en ese momento, Él les otorgó los principios prácticos más apropiados, “Amaras a tu projimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen” (Mateo 5:43-44). Si la gente, en ese momento continuaba practicando la palabra de Dios en la época de la Ley, podrían no obtener la aprobación de Dios. Porque Dios había expresado nuevas palabras y realizado Su nueva obra. La profecía en el Apocalipsis ha aparecido muchas veces, “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. En los últimos días, cuando el Señor regrese, Él también dirá nuevas palabras. Si Podemos leer las palabras recientes de Dios, entonces seremos seguidores cercanos de las huellas del Cordero. Solo de esta forma podremos tener la aprobación de Dios.

2. Dirigirse al problema práctico para leer la Biblia

Todos los días nos encontramos en todo tipo de situaciones. Si leemos la Biblia siguiendo el orden prescrito, entonces cumpliremos de alguna manera las reglas, pero no lograremos fácilmente bueno resultados. En cambio, si leemos la Biblia dirigida hacia nuestros problemas, entonces podemos ser enriquecidos y guiados con las palabras de Dios y hace que nuestras dificultades sean solucionadas, porque la palabra de Dios provee la lámpara a mis pies y la luz en mi camino. Por ejemplo, en la vida real, la dificultad con la que nos encontramos es que cuando nos relacionamos con los demás, no tenemos indulgencia ni paciencia, entonces debemos leer las palabras del Señor en ese aspecto, tal como Él dijo, “¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7:3). “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (Mateo 18:22). Si por casualidad encontramos un versículo para leer, esto no va a resolver nuestro problema. Por lo tanto, también es especialmente importante leer la Biblia enfocándonos directamente a los problemas prácticos que enfrentamos.


Cuando leemos la Biblia y no oramos a Dios ni tratamos de entender Sus palabras a través de nuestros corazones, entonces sólo recordaremos algunos capítulos y versículos y solo conoceremos el significado superficial de las escrituras, pero no entenderemos el significado implícito, mucho menos conoceremos la voluntad de Dios en Sus palabras. Así que no sabremos cómo practicar Sus palabras. Por lo tanto, para sacar mayor provecho de la lectura de la Biblia, tenemos que practicar ponernos en silencio ante Dios, usando nuestros corazones para orar y reflexionar sobre Sus palabras. Por ejemplo, Jesucristo dijo: “En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). Si no ponderamos el significado espiritual de la palabra, sino que solo apreciamos la comprensión superficial pensaremos que Dios quiere que seamos como niños pequeños. Pero no sabremos cómo ser así, de manera que todavía no tenemos forma para practicar. Por el contrario, si meditamos la palabra del Señor a través de las oraciones, nos damos cuenta de que el convertirse en niños pequeños debe referirse a ser honesto, inocente, abierto, liberado y sin ninguna restricción, es decir parecerse a una persona honesta. Solo los hombres con honestidad pueden ser salvados por Dios. Cuando ponemos la palabra de Dios en nosotros mismos, podemos encontrar que a menudo mentimos y no nos abrimos a los demás. Y esto nos impulsará a practicar la palabra del Señor y a convertirnos en personas honestas gradualmente. Así que, al leer la Biblia, debemos tratar cuidadosamente de entender la palabra de Dios. Solo haciendo esto, podemos lograr los resultados, de lo contrario, lo que tendremos son solo palabras y doctrinas para siempre y no puede convertirse en nuestra vida.

4. Conocer la disposición de Dios en Su palabra

Leyendo la Biblia, no solo necesitamos ponderar el significado espiritual de la palabra de Dios cuidadosamente, si no que necesitamos conocer y entender la disposición de Dios en Su palabra. Vamos a tomar la palabra de Jesucristo como un ejemplo otra vez, “En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). Después de tratar de entender cuidadosamente esta palabra de Jesucristo, sabremos que a Dios le agradan los hombres honestos, aquellos que muestran que la sustancia de Dios es digna de confianza y solo siendo hombres honestos podemos entrar en el reino de los cielos. De esto, podemos ver que la disposición de Dios es justa y santa. Una vez que lo conozcamos, tendremos un corazón reverente para Dios y practicaremos de acuerdo con Su palabra. Y ya no vamos a aferrarnos a nuestra imaginación ni creemos que al apegarnos al nombre del Señor o a través del trabajo, podemos entrar en el reino de los cielos. ¡Por lo tanto, es muy importante para nosotros conocer la disposición de Dios en Su palabra!

Todo lo anterior corresponde a los cuatro elementos clave para la lectura de la Biblia. Y espero que te pueda dar algo de ayuda en tu lectura de la Biblia y de las devociones espirituales. ¡Que Dios nos guíe para esforzarnos más en Su palabra, de manera que nuestra vida pueda progresar más rápidamente!

(Traducido del original en inglés al español por Xinia Arias Quirós)

Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.


Practicar la palabra de Dios: servirle a Dios con un solo corazón y mente

2019-08-20 20:44:32 | Reflexiones Cristianas

Como todos sabemos, sólo podemos servirle a Dios con un solo corazón y mente para obtener la guía del Espíritu Santo y el servicio de la iglesia pueda ser bendecido por Dios. Porque el Señor Jesús nos dijo: “… que si dos de vosotros se convinieren en la tierra, de toda cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18:19).

Pero cuando coordinamos nuestro servicio, Satanás trata de interrumpirlo siempre. Siempre utiliza nuestra corrupción y rebeldía para llevar a cabo sus esquemas astutos perturbando y destruyendo la obra de Dios e impidiendo que se haga la voluntad de Dios. A simple vista, la articulación de los cristianos en su servicio, aparenta ser un asunto entre la gente involucrada. Pero en el mundo espiritual es realmente una batalla. Si no entendemos la verdad, no podremos discernir las artimañas de Satanás y nos utilizará frecuentemente por medio de ellas, afligiéndonos y burlándose de nosotros. Entonces nos refugiamos con otras personas, y nos atacaremos y perjudicaremos unos a otros. Al final, nos convertiremos en enemigos con nuestros compañeros y seremos incapaces de cumplir con nuestros deberes con un solo pensamiento. Inconscientemente, habremos caído debido a los trucos de Satanás y deshecho el trabajo de la iglesia.

Debido a que a menudo no somos capaces de ver a través de las intrigas de Satanás, y tengamos carácter satánico y corrupto, frecuentemente no podemos coincidir con nuestros hermanos y hermanas y coordinar con ellos para servirle al Señor. A veces, cuando tenemos opiniones, ideas o entendimientos diferentes que nuestros compañeros, siendo dominados por nuestro carácter arrogante insistimos siempre en que nuestros compañeros nos escuchen, resultando en que todos nos aferremos a nuestras propias opiniones. El desacuerdo y el alejamiento se crean, y nuestros temperamentos se agudizan, obsesionados con el bien y el mal. A veces, cuando nuestros compañeros y nosotros somos diferentes en nivel y talentos, menospreciamos a aquellos cuyo nivel es inferior al nuestro. Nos alabamos nosotros mismos y seguimos nuestro propio camino, lo cual ocasiona problemas para la iglesia. A veces, cuando lo que nuestros compañeros hacen hieren nuestra dignidad o afectan nuestros intereses personales, ya no somos tan tolerantes y pacientes como antes, sino que los atacamos o herimos para proteger nuestros propios intereses, lo que resulta en que el trabajo de la iglesia se quede varado.

¿Dios aprobará nuestro servicio si tenemos estos problemas para ponernos de acuerdo con los demás? En Filipenses capítulo 2 versículo 2 se dice: “Cumplid mi gozo; que sintáis lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa”. El capítulo 3 de Amós, versículo 3 dice: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de concierto?”. Si tenemos un solo sentimiento y pensamiento con nuestros compañeros, podemos recibir la obra y aprobación de Dios. Sin embargo, si no estamos de acuerdo el uno con el otro, no podemos avanzar juntos y sería difícil para que la voluntad de Dios se lleve a cabo sobre nosotros. Por consiguiente, este tipo de servicio no lo aprueba Dios.

¿Entonces, a cuáles principios deberíamos sujetarnos nosotros los cristianos para articular armoniosamente con otros?

En primer lugar, deberíamos obedecer la guía del Espíritu Santo y los principios verdaderos y no ser obstinados o dejarse reprimir por otras personas.

Es algo normal tener opiniones diferentes de otros con respecto a los problemas que surgen con el trabajo de la iglesia debido a que las circunstancias de nuestra crianza, el entorno en que vivimos y la educación que obtenemos son diferentes. Si siempre exigimos que los otros nos escuchen, o utilizamos nuestro estatus para despreciar a otros, entonces no estamos actuando de acuerdo con una decencia santa. Si queremos servirle a Dios de una manera que esté de acuerdo con Sus intenciones, deberíamos buscar los principios verdaderos en lugar de escuchar a lo que la gente dice. No deberíamos imitar las maneras de otros o nuestras maneras, ni tampoco limitarnos por el estatus, poder, conocimiento o reputación. Deberíamos buscar las palabras de Dios y someternos a la autoridad de Sus palabras. Así como el Señor Jesús dijo: “… Tened fe en Dios” (Marcos 11:22). Cuando nuestros compañeros de obra, colegas, pastores y ancianos nos piden que hagamos algunas cosas que no estén conformes a las palabras del Señor Jesús, no deberíamos obedecerlos, pero si someternos a las palabras del Señor Jesús. Si lo que dicen está conforme a las palabras del Señor, entonces deberíamos colocarnos a un lado y obedecer lo que venga de Dios.

Cuando tenemos diferentes opiniones de asuntos insignificantes que no tienen nada que ver con los principios de la iglesia, podemos ceder y no mantenernos firmes. Por ejemplo, dos hermanas de nuestra iglesia quienes algunas veces servían de anfitrionas discutían de lo que iban a cocinar para los hermanos y hermanas. En realidad, solo existía una perspectiva diferente entre ellas que no tenía nada que ver con los principios o los intereses de la iglesia en lo absoluto. En casos así, ambas estaban dispuestas a poner sus egos a un lado, y la desavenencia entre ellas desapareció y pudieron coordinar armoniosamente así, entre ellas.

Por otra parte, deberíamos aprender a obedecer la iluminación y guía del Espíritu Santo. Por ejemplo, cuando no tenemos la menor idea de cómo resolver un asunto con que nos topemos, deberíamos orar y buscar al Señor. Después de eso, aunque no sepamos conscientemente que hacer, repentinamente tendremos un camino a seguir que consideraremos adecuado y sentiríamos paz en nuestro espíritu. En este caso, es el Espíritu Santo que nos está guiando y deberíamos seguir la orientación del Espíritu Santo. Así como Romanos capítulo 8 versículo 5 dice: “… mas los que conforme al espíritu, de las cosas del espíritu”. Además, algunas veces tenemos desacuerdos con nuestros compañeros. Inicialmente pensamos que nuestra idea es mejor que la de nuestros compañeros, pero también tenemos una leve sensación en nuestro corazón de que no deberíamos ser tan obstinados, pero que primero consideremos sus sugerencias, y nos sentimos a gusto cuando nos sentimos así. Después de seguir orientación dentro de nosotros, descubrimos que la sugerencia de nuestros compañeros realmente es buena y beneficiaria más al trabajo de la iglesia. Entonces así podremos comprobar que la leve sensación viene de la guía del Espíritu Santo y que es sumamente importante que obedecemos la guía del Espíritu Santo.

En segundo lugar, no debemos tratar de prevalecer sobre los demás, sino aprender unos de otros

Está escrito en Filipenses 2: 3-4: “Nada hagáis por contienda ó por vanagloria; antes bien en humildad, estimándoos inferiores los unos á los otros: No mirando cada uno á lo suyo propio, sino cada cual también á lo de los otros”. Estos versículos demuestran que luchar por la fama y ganancia no es la manera como deberían vivir los cristianos. Deberíamos ser humildes, y no deberíamos ser egoístas, pero más considerados hacia los demás. Sin embargo, debido a que tenemos una naturaleza arrogante, siempre queremos lucirnos, y es fácil menospreciar a otros sin querer, tomarnos todo el crédito y culpamos a los otros cuando aparecen fallas en la obra de la iglesia. Esto nos conduce a una coordinación desagradable entre otros y entre nosotros. Si podemos cambiar nuestros puntos de vista en cuanto a qué seguir, como dicen estos versículos, y ya no intentamos tratar de exhibirnos, pero ser humildes, ver las habilidades de otros y aprender de ellos, entonces no seremos engreídos ciegamente, pero podremos coordinar con otros armoniosamente con naturalidad.

Además, deberíamos saber que cada tarea del trabajo de la iglesia necesita completarse por medio de la coordinación armoniosa entre los hermanos y hermanas y esto no es algo que lo pueda lograr una sola persona. Solamente con la colaboración de todos podemos obtener mejores resultados en el trabajo de la iglesia. Después de todo, nadie lo sabe todo y todos tienen muchas limitaciones y deficiencias. Si le servimos a Dios basándonos en nuestras capacidades individuales, no es fácil hacer funcionar la iglesia eficientemente y algunas veces nosotros ocasionamos que existan divergencias en el trabajo y así la dañamos. Si nos unimos con los hermanos y hermanas en el servicio, nos podemos complementar el uno con el otro en distintos niveles y así evitar algunos errores. Así como 1 Corintios capítulo 12 versículo 12 dice: “Porque de la manera que el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, empero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un cuerpo, […]”. Cada uno de nosotros somos un socio, así que solo coordinándonos podemos completar lo que Dios nos encomienda. Como en la Era de la Ley, el Dios Jehová le pidió a Moisés que guiara a los israelitas fuera de Egipto. Sin embargo, Moisés no pudo terminar lo que Dios le encomendó el solo, por su torpeza en su alocución. Por consiguiente, Dios levantó a Aaron para ser la voz de Moisés. Ellos ejecutaron sus propias tareas, armonizadas entre ellos y finalmente, condujeron a los israelitas fuera de Egipto y completaron con lo que Dios le encomendó. De la misma manera, hoy en día, la iglesia planifica para que nosotros nos concertemos el uno con el otro en el servicio para que así la iglesia pueda conseguir mejores resultados en su obra. Así que no deberíamos solamente ver los defectos de nuestros compañeros, los menospreciemos o le hagamos sufrir. Debemos ver las cosas desde diferentes puntos de vista y tomar en cuenta a nuestros compañeros como nuestros ayudantes. De esta manera, los problemas de la iglesia se pueden resolver y tendremos una alianza armoniosa con los demás. Esto es tremendamente beneficioso para el trabajo de la iglesia y el crecimiento individual en la vida.

En tercer lugar, deberíamos trabajar por un objetivo común y proveernos y apoyarnos mutuamente en espíritu.

Está escrito en Filipenses 2: 1-2: “POR tanto, si hay alguna consolación en Cristo; si algún refrigerio de amor; si alguna comunión del Espíritu; si algunas entrañas y misericordias, Cumplid mi gozo; que sintáis lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa”. Efesios capítulo 4 versículo 3 dice: “Solícitos á guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. De estos versículos, podemos ver que, si los cristianos queremos tener una alianza armoniosa entre nosotros, debemos tener un objetivo común, ser uno en espíritu, y estar de acuerdo para completar la comisión de Dios. Entonces, no importa qué controversias o conflictos haya entre nosotros, todos pensaremos en cómo debemos hacer las cosas de una manera que permita que la voluntad de Dios sea llevada a cabo, ya no mantener nuestras propias opiniones, y en cambio dejar de lado nuestros intereses y planes personales. En ese momento, habremos alcanzado la unidad.

Nosotros los cristianos deberíamos serlo externa e internamente. Algunas veces, externamente no existen conflictos entre nosotros. Pero internamente, no amamos, cuidamos o nos ayudamos el uno al otro en lo absoluto, y así no existe ningún acuerdo implícito en el espíritu. Solo nos ocupamos de nuestros propios asuntos. No existe ninguna unión auténtica. Las manifestaciones de la unión auténtica son: Encontrar la existencia de problemas reales en la iglesia, o que los hermanos y hermanas se enfrentan con algunas dificultades y se sienten negativos y débiles, todo el mundo busca y ora con un solo corazón y mente; Si un compañero comete un error en su trabajo, nos damos cuenta de que no sólo ellos, sino también todos los demás son responsables de lidiar con él, ya que implica el trabajo de la iglesia, y luego tratamos de entender el problema claramente y buscar un remedio juntos; Cuando alguien encuentra dificultades, le ayudamos con un corazón amoroso, y miramos a Dios y buscamos la solución juntos; si obtenemos el entendimiento y la iluminación en las palabras de Dios, nos reunimos y lo compartimos entre nosotros para que podamos ayudar a que crezca la vida espiritual del otro; Si encontramos que algunas acciones de nuestros compañeros no coinciden con la voluntad del Señor, no tememos en ofenderles sino en plantear los asuntos con ellos, lo cual no sólo les ayuda a ellos, sino que también les permite aprender una lección y percatarse de los asuntos… Esto es el verdadero amor espiritual mutuo entre los cristianos. Siendo nosotros solo uno, como lo sugiere la frase, significa que somos un conjunto integral, es decir, nos esmeramos de corazón para laborar por un solo propósito sin egoísmos, sin hacerlo solos y sin divisiones, viviendo juntos como una familia.

Como ya lo saben todos, los israelitas le sirvieron al Dios Jehová con corazones reverentes, sin nunca atreviéndose a violar Sus leyes y mandamientos. Debido a que le sirvieron a Dios fielmente, vieron muchos hechos de Dios y recibieron Su cuidado y protección, y al final, Su gracia siempre estuvo con ellos. Este fue el secreto de su éxito cuando servían a Dios. Hoy día no utilizamos vestiduras de sacerdotes y no servimos a Dios en un templo, pero somos aquellos quienes trabajamos en la iglesia. Si no acatamos los principios de cómo coordinar armoniosamente, el trabajo de la iglesia no será bendecido por Dios y al final Dios no nos aprobará por no servirle de una manera que esté de acuerdo con Sus intenciones. Pero si acatamos los principios de coordinarnos armoniosamente, tendremos la esperanza de convertirnos en la gente propicia para ser servidores de Dios. Así como Deuteronomio capítulo 10 versículo 12 dice: “… sino que temas á Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas á Jehová tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma;” Podemos ver claramente, la importancia de coordinar armoniosamente el servicio entre los cristianos.


¿Saben por qué los cristianos difunden el Evangelio?

2019-08-19 20:27:39 | Reflexiones Cristianas

 

Muchas personas han encontrado dicho fenómeno: La mayoría de los verdaderos creyentes en el Señor, luego de creer en Dios, divulgarán el evangelio, hacer su trabajo y establecer iglesias con su mayor confianza; incluso hay algunos que nunca se casan en toda su vida para difundir el evangelio; incluso algunos creyentes que tienen familias abandonan sus goces en familia, afecto conyugal y atención de sus hijos para difundir el evangelio. … Algunas personas piensan que estas conductas son incomprensibles y no saben por qué ellos creen en Dios tan fervientemente. Creer en Dios en casa no los interrumpe de hacer dinero o apoyar a su familia, y también pueden disfrutar la felicidad familiar con sus seres queridos y además pueden ingresar al cielo después de morir. ¿No es una elección perfecta? Al contrario, cuando divulgan el evangelio en todas partes, a menudo se enfrentan al ridículo y a la calumnia, e incluso sufrirán el arresto y persecución del PCCh artístico, deambulando y se vuelven incapaces de regresar a sus hogares. Entonces, ¿qué poder les incita a seguir el camino de la divulgación del evangelio?

¿Por qué los cristianos divulgan el evangelio?

De hecho, la razón por la cual los cristianos divulgan persistentemente el evangelio bajo diversos entornos difíciles es principalmente porque han entendido la voluntad de Dios y saben sus misiones y deberes. Por tanto, todos los cristianos que verdaderamente crean en Dios y entiendan la voluntad de Dios pueden apartar su familia, matrimonios, juventud, los gozos de la carne por el evangelio de Dios.

El versículo apunta, “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). “Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:18-20).  Desde estas palabras del Señor Jesús, podemos ver que el Señor Jesús intentaba dejar que sus discípulos y seguidores divulgaran Su evangelio a fin de que todas las naciones y todas las personas pudieran recibir Su redención. Cuando el Señor Jesús obró en Judea, Israel, sólo había un pequeño número de judíos que admitían que el Señor Jesús era Cristo. Y los discípulos no creían verdaderamente que el Señor Jesús era Cristo hasta que Él fuese resucitado tres días después de la crucifixión y luego se le apareció a Sus discípulos por 40 días. Como podemos imaginar, la mayoría de los judíos en ese momento no reconocían que el Señor Jesús era el Dios encarnado. Por tanto, luego que el Señor Jesús terminara la obra de redención, a fin de que más personas reciban Su redención, los discípulos y seguidores del Señor necesitan divulgar Su evangelio hasta el fin de la tierra, de modo que los Gentiles puedan recibir Su salvación. Por tanto, los discípulos de ese momento, luego de aceptar la comisión del Señor, divulgaron el evangelio del Señor a todas las tribus y naciones, incluso la mayoría de ellos fueron martirizados: Mateo fue desjarretado hasta la muerte; Santiago fue decapitado; Pedro fue crucificado boca abajo; Andrés fue clavado en la cruz en forma de “X” . ... En este proceso, el evangelio del Señor se expandió rápidamente. Además, cuando los misioneros extranjeros evangelizaban en China, un anfitrión de ellos también fue martirizado. Bajo tales circunstancias, al menos los chinos escuchaban el evangelio del Señor Jesús. Así que, después de eso, los cristianos en China comenzaron a apresurarse a divulgar el evangelio. Obviamente, es el compromiso más correcto que los discípulos y profetas del pasado ofrecieran sus mentes y cuerpos, y que los cristianos de hoy día sacrifiquen todo por el evangelio. Justo como el Señor Jesús dijo, “... En verdad os digo: No hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos o tierras por causa de mí y por causa del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y tierras junto con persecuciones; y en el siglo venidero, la vida eterna” (Marcos 10:29-30).

Difundir el Evangelio es el Deber sagrado de los cristianos

El difundir el evangelio es el mandamiento de Dios para nosotros y el deber sagrado otorgado por Dios. En primer lugar, es en bien de rescatar almas, y en otro, es para que nosotros acumulemos buenas acciones. Como la parábola dicha por el Señor Jesús en Mateo 25, diciendo que un hombre viajaría a un país lejano, y luego llamaba a sus siervos y les entregaba sus bienes de acuerdo a su capacidad: a uno le dio cinco talentos, a otro dos, y a otro uno. Los dos anteriores comerciaron con ellos e hicieron dinero. Luego que el amo regresó, los alabó como los buenos y fieles siervos, dejándoles gobernar sobre muchas cosas y compartir su alegría. Pero, en lo que respecta al sirviente que recibió un talento y cavó en la tierra para ocultar el dinero, su amo lo llamó como el malo y negligente siervo, echándole a las tinieblas de afuera (Vean Mateo 25:14-30).

Aquí sabemos, Dios nos ha dado una orden a cada uno de nosotros. Aunque nuestros dones de Dios son diferentes, deberíamos intentar lo mejor para cooperar con Dios. Así como algunos hermanos y hermanas tienen el don de orar; algunos tienen el don de cantar; otros tienen el don del evangelismo. ... Todos nosotros no debemos escatimar en esfuerzos para la obra del evangelio de Dios. Si tomamos la creencia en Dios como una clase de fe, teniendo sólo reuniones cuando estamos felices, orar a Dios cuando enfrentamos dificultades, ofrecer un poco cuando obtenemos la gracia de Dios pero no consagramos nuestra propia porción a la obra más importante del evangelio, entonces finalmente seremos abandonados por Dios, como aquel malo y negligente siervo que recibió un talento de su amo. Por tanto, divulgar el Evangelio es un asunto importante. En lo que concierne a aquellos que abandonan su juventud, carreras, padres, hijos e incluso son encarcelados y martirizados por la obra evangelista, aunque padezcan los malentendidos de muchas personas e incluso sean rechazados y condenados, aún así es innegable que sus esfuerzos y sacrificios son recordados por Dios y vale la pena emularlos. Ellos son los que muestran la mayor consideración de la voluntad de Dios. Por otra parte, Dios no está complacido en que simplemente disfrutemos Su gracia y bendiciones pero no nos importe Su voluntad. Espera que Sus creyentes puedan emerger para darlo todo por la obra evangelista.

Una profecía del Apocalipsis dice, “Y vi volar en medio del cielo a otro ángel que tenía un evangelio eterno para anunciarlo a los que moran en la tierra, y a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apocalipsis 14:6-7). Cuando el regreso del Señor Jesús, Él predicará el evangelio eterno al hombre en la tierra. Si aceptamos y luego divulgamos el evangelio a todas las naciones y a todas las personas, nos convertiremos en quienes le importa la voluntad de Dios y disfrutaremos sus bendiciones en el reino de Dios. Al final ciertamente ganaremos la más grande atención y protección de Dios cuando acabe el desastre, recompense al bueno y castigue al negligente.

 Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.


Mis días huyendo con mi esposo paralítico

2019-08-15 16:42:34 | Testimonios Cristianos

Un mediodía a fines del otoño, Hanmei acababa de terminar las tareas domésticas cuando oyó un repentino golpe en la puerta. Una hermana de la iglesia vino a decirle que la policía del PCCh pondría nuevamente en prisión a los creyentes que fueron arrestados antes y que algunos hermanos y hermanas habían sido arrestados en los últimos días. Entonces le pidió a Hanmei que se fuera de casa rápidamente para esconderse. Cuando Hanmei se enteró de esta noticia, no pudo evitar recordar las escenas de su detención hace dos años.

En 2012, llegó el momento de difundir el evangelio del reino de Dios. Por el bien de pagar el amor de Dios, Hanmei se dedicó a predicar el evangelio con sus hermanos y hermanas. Pero nunca pensó que la policía los había arrestado cuando estaban predicando el evangelio. Después de varios días, debido a que el esposo de Hanmei quedó paralítico y uno de sus parientes, el jefe de la aldea, fue a pedirle multas a la policía y pagó 950 yuanes, finalmente acordaron liberarla. Cuando Hanmei pensó que había sido arrestada y estaba sujeta a multas, estaba muy enojada porque no habían hecho nada ilegal sino que sólo predicaron el evangelio.

Mis días huyendo con mi esposo paralítico

Pero inesperadamente, eso no había terminado. Ahora el PCCh volvería a capturar a los cristianos que previamente habían sido arrestados. ¡La parte malvada es tan sin ley! ¿Dónde está la racionalidad? ¿Dónde está la justicia? Hanmei estaba llena de odio por el PCCh. Frente a este entorno, pensó: si salgo de casa para esconderme, entonces no hay nadie para cuidar a mi marido. Si no, seré arrestada nuevamente. Cuando pensó en esto, derramó lágrimas sin saberlo. Mirando a su esposo y luego pensando en lo que la hermana acaba de decir, se dio cuenta de que una vez que la arrestaran esta vez, no sería liberada fácilmente. En esta circunstancia de emergencia, tuvo que confiar temporalmente a su marido a su hija y se fue de su casa apresuradamente.

Después de tres meses, debido a que Hanmei estaba preocupada por su esposo paralítico y temía que su hija estuviera demasiado ocupada para cuidar a su padre, Hanmei quería volver a casa. Una noche, cuando acababa de llegar a casa y estaba cocinando la comida, de repente, uno de sus vecinos entró por la fuerza en su casa, la señaló y dijo en voz alta: "Finalmente has regresado. ¡No puedes escapar de nuevo"! Con eso, llamó a la policía. Cuando el súbito asunto se apoderó de ella, Hanmei temblaba de miedo y oraba continuamente a Dios en su corazón y le pedía a Dios que la guiara. Sólo entonces supo que el PCCh había hecho arreglos para que los informadores la monitorearan alrededor de su casa. Ahora, lamentaba haber vuelto a casa ciegamente, pero todo era tarde. Con el vecino bloqueando ferozmente la puerta, Hanmei no pudo escapar a pesar de que ella quería. Con pánico, ella oró a Dios nuevamente, "Dios. Frente a este asunto, no sé qué hacer. Poco después, la policía vendrá a arrestarme nuevamente. Por favor protege mi corazón, guíame y dame fuerza. Incluso si es arrestada por el PCCh, no Te traicionaré como Judas. Que Tú me guíes". Después de la oración, un pensamiento surgió en su mente: trepa por la pared está cerca de la sala principal. Ella se dio cuenta de que esta era la guía de Dios. Entonces se apresuró a trepar por la pared y se agachó. En ese momento, escuchó a algunas personas entrar por la fuerza en su patio. Uno de ellos dijo apresuradamente: "¿Dónde está Hanmei? ¿Dónde está?". La vecina de Hanmei respondió: "Justo ahora, estaba en la puerta de la sala principal". Mientras hablaban, entraron a la sala. Pronto, salieron de eso. Hanmei escuchó a un extraño decir: "¡Maldición! La dejamos escaparse de nuevo..." En ese momento, Hanmei incesantemente clamó a Dios. De repente, un rayo de luz de una linterna iluminó la pared, y el corazón de Hanmei latió con fuerza y ella estaba lista para ser arrestada. En ese momento, escuchó a alguien decir: "Mira las huellas de trepar por la pared". ya ha escapado. No me extraña que no podamos encontrarla. Esta vez ella recibe una golosina". Entonces, otra persona dijo: "Vámonos". Después de un tiempo, el patio se volvió bastante tranquilo.

Entonces, Hanmei realmente experimentó las palabras de Dios: "El corazón y el espíritu del hombre están en la mano de Dios y toda la vida del hombre es contemplada a los ojos de Dios. Independientemente de si crees esto o no, cualquiera de todas las cosas, vivas o muertas, cambiarán, se moverán, se renovarán y desaparecerán de acuerdo con los pensamientos de Dios. Así es como Dios gobierna sobre todas las cosas". Ella vio la autoridad con la cual Dios gobierna sobre todas las cosas. Todo está bajo el control de Dios y los pensamientos e ideas de las personas también están en las orquestaciones de Dios. Sin el permiso de Dios, nada sucederá. Dios tiene la última palabra en todo. Justo ahora, si la policía hubiera encendido una linterna en la pared exterior, la habrían encontrado fácilmente. A partir de eso, Hanmei vio el cuidado y la protección de Dios, por lo que tenía más confianza en Dios. Como temía que su vecino la estuviera mirando en secreto, no regresó a casa hasta la medianoche. Cuando entró en la habitación, descubrió que la policía la había puesto patas arriba, y con temor, su paralítico esposo se veía pálido y temblaba porque todo el tiempo le preguntaban dónde estaba Hanmei. En ese momento, sabía que ya no podía quedarse en casa y la policía vendría a arrestarla en cualquier momento. Por lo tanto, ella tuvo que coger a su marido y salir de su casa esa misma noche.

Con la ayuda de sus hermanos y hermanas, Hanmei alquiló un patio y vivió allí con su esposo. Sus hermanos y hermanas a menudo les daban verduras y cereales. Más tarde, ella vivió una vida de iglesia y cumplió con su deber, sintiendo un poco de alivio en su corazón. Aunque los días eran amargos, ella estaba contenta con eso. Sabía que esto era mucho mejor que vivir en prisión. Un día, la hija de Hanmei le envió una hermana con un mensaje que decía que desde que Hanmei se había ido, la policía había ido a la casa de su hija varias veces. Debido a que no encontraron a Hanmei, fueron a pedirle a su hija que les dijera dónde estaba. Su hija no les contó sobre eso. Para evitar que la policía siguiera a su hija para arrestar a Hanmei, su hija dijo que no podían mantenerse en contacto más tarde y le dijo que tuviera cuidado.

Un día, poco después, la iglesia le envió un mensaje a Hanmei nuevamente, y le pidió que se fuera de inmediato porque el esposo de una hermana se enteró de que la policía iría a arrestar a Hanmei porque alguien la encontrara y la persiguiera. Ante la repentina noticia, Hanmei estaba perdida. Lo único que podía hacer era presentarse ante Dios para orar, pidiéndole a Dios que protegiera su corazón, que le diera confianza y fuerza y que la condujera por el camino que tenía delante. Vio algunas palabras: "Durante miles de años, esta ha sido la tierra de la suciedad; es insoportablemente sucia, la miseria abunda, los fantasmas vagan por cada esquina; timan, engañan, y hacen acusaciones sin razón; son despiadados y crueles, pisotean esta ciudad fantasma y la dejan plagada de cadáveres; el hedor de la putrefacción cubre la tierra e impregna el aire; está fuertemente custodiada. ¿Quién puede ver el mundo más allá de los cielos? ... ¿Antepasados de lo antiguo? ¿Amados líderes? ¡Todos ellos se oponen a Dios! ¡Su intromisión ha dejado todo lo que está bajo el cielo en un estado de oscuridad y caos! ¿Libertad religiosa? ¿Los derechos legítimos y los intereses de los ciudadanos? ¡Todos son trucos para tapar el pecado! ... ¿Por qué levantar un obstáculo tan impenetrable a la obra de Dios? ¿Por qué emplear diversos trucos para engañar a la gente de Dios? ¿Dónde están la verdadera libertad y los derechos e intereses legítimos? ¿Dónde está la justicia? ¿Dónde está el consuelo? ¿Dónde está la cordialidad? ¿Por qué usar intrigas engañosas para embaucar al pueblo de Dios? ¿Por qué usar la fuerza para suprimir la venida de Dios"? A través de estas palabras y sus experiencias personales, Hanmei vio que el gobierno del PCCh es ciertamente el régimen de Satanás que odia la verdad y Dios es el que más. Externamente, cuelgan pancartas que promueven "Los ciudadanos disfrutan del derecho a la libertad de creencia religiosa", pero en realidad arrestan furiosamente y reprimen cruelmente a los cristianos por todo tipo de medios. El PCCh persigue y arresta extremadamente a los creyentes de Dios, con el propósito de hacer que las personas nieguen y traicionen a Dios, controlando a las personas bajo su dominio, para mantener su dictadura, convertir a China en una región sin Dios y evitar que las personas adoren a Dios, haciendo que la gente se resista a Dios y finalmente sea destruida e ir al infierno junto con ellos. Hanmei pensó: tengo sesenta años y mi esposo está paralizado, y necesita ser atendido. Pero el PCCh no tiene la menor consideración por si alguien vive o muere. Me han perseguido todo el tiempo en todas partes porque sólo creo en Dios y sigo el camino correcto de la vida. Su despreciable objetivo es permitirme ceder ante ellos y traicionar a Dios por no poder soportar su persecución y su tormento. En ese momento, Hanmei vio que la intención cruel del PCCh era demasiado mezquina y malvada, y una furia se encendió dentro de ella. Ella pensó de nuevo: desde que creí en Dios, aunque he experimentado muchas circunstancias peligrosas, las notificaciones de mis hermanos y hermanas y la maravillosa protección de Dios me han hecho escapar del peligro una y otra vez. Por mis experiencias, me doy cuenta de que es Dios quien me ha llevado a donde estoy hoy paso por paso. Cuando pensó en esto, tuvo la fe y la determinación para dar testimonio de Dios en su corazón. No importa cuán difícil y accidentado sea el camino por delante, ella seguiría a Dios hasta el final. En este momento, ya no se sentía cobarde, y en su lugar su corazón se calmó mucho. Porque ella creía que todo estaba en las manos de Dios y que Satanás estaba condenado a ser derrotado por las manos de Dios.

Con la ayuda de sus hermanos y hermanas, Hanmei rápidamente se mudó nuevamente. Esta vez, una hermana de la iglesia dejó que Hanmei viviera en su propia casa. En una situación tan peligrosa, ignorando su propia seguridad, la hermana aún ayudó a Hanmei. Hanmei sabía que todo esto era el amor de Dios y no pudo evitar echarse a llorar. Hanmei no sabía cuánto tiempo tenía su vida fugitiva, pero estaba llena de fe en Dios, sin importar cuán difíciles fueran las cosas, ella seguiría a Dios y seguiría adelante.


El amor del Señor me llevó a través del valle de la sombra de la muerte

2019-08-14 16:16:52 | Testimonios Cristianos

Por Qian Jin, China

"Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento" (Salmos 23: 4).

Soy cristiana. Trabajé en un hotel. Un día, en el verano de 1997, acababa de almorzar cuando tres policías de treinta y tantos años aparecieron ante mí. Uno de ellos me señaló y dijo: "¡Tú, ven con nosotros"! Sin saber lo que había sucedido, le pregunté: "¿Por qué me estás arrestando"? Sintiéndome desconcertada, mi jefe y mis compañeros también preguntaron: "¿Qué ley ha infringido? ¿Adónde la lleváis"? Esos policías les gruñeron: "¿Qué ley? Ella cree en Dios. Sólo eso es razón suficiente para arrestarla". Entonces, me pusieron una capucha negra en la cabeza, me arrastraron, me empujaron fuera del hotel y me metieron en su automóvil.

Pronto me llevaron a la comisaría de policía, me esposaron y me encerraron en una habitación oscura. En ese momento estaba muy asustada y oré al Señor: "¡Señor! Tengo mucho miedo y no sé qué van a hacer conmigo. Señor, por favor, ¡quédate conmigo, protégeme! En el Santo nombre del Señor Jesús. ¡Amén!" Después de orar, mi corazón se tranquilizó un poco. Pensando en el maldito Judas que vendió a su Señor y a sus amigos, oré al Señor pidiéndole que me impidiera ser Judas. Poco después, un policía entró y me dijo ferozmente: "¡Di la verdad! ¿Cuántas personas hay en tu iglesia? ¡Dime sus nombres"! En ese momento, seguí orando silencioso al Señor y no pronuncié una sola palabra para él. Mi reacción hizo que él apretara los dientes furioso y me esposara las manos a la espalda, después encadenó mis pies y me colgó boca abajo. Después agarró mi cabeza y la golpeó contra la pared tan fuerte como pudo. Pero aún así, yo no dije nada. Al ver esto, el policía se marchó. Luego vino otro policía y me gritó enojado: "¿Hablarás? Di… ¿cuántos miembros hay en tu iglesia? ¿Cuáles son sus nombres? ¡Confiesa todos sus nombres"! Pero al ser interrogada yo no dije nada. Luego comenzó a insultarme: "¡Eres una mujer asquerosa! ¡No crees en el partido comunista! ¡Crees en Jesús"! Mientras maldecía, me quemaba los labios, la lengua y la garganta con cigarrillos encendidos y me miraba con desprecio, diciendo: "Llama a tu Señor Jesús para que te salve. ¿Por qué tu Señor no viene y te salva? Sólo puedes creer en el partido comunista. ¡Vamos, deprisa, dime sus nombres"! Sin importar cómo me interrogó, simplemente guardé silencio, por lo que el policía continuó quemándome los labios y la garganta. Después de esto, me cogió de la garganta con la mano izquierda y con la otra, salvajemente metió el bastón eléctrico en mi boca. Inmediatamente, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo: mis músculos se agitaron brusca e incontrolablemente; mi boca, mi garganta y mi lengua estaban quemadas; la sangre salía de mi boca. Sentía como si las hormigas me mordisquearan y me atravesaran innumerables flechas… casi entro en coma. Aparte de esto, el policía arrojó agua hirviendo en mis cortes; el dolor era tan insoportable que no pude evitar gritar y entonces metió papel en la boca, para no permitirme gritar. Pero en mi corazón, seguí llamando al Señor: "¡Señor! Por favor sálvame, protégeme, prefiero morir antes que ser Judas. ¡Aleluya, Amén! "Después de orar, sentí algo de consuelo al pensar en las palabras del Señor: "Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros" (Mateo 5: 10-12). También recordé la escena en la que el Señor fue azotado y maltratado por los soldados, y crucificado en la cruz. Para salvarnos a los humanos, el Señor realmente sufrió mucho. Por lo tanto, debemos caminar por el sendero que el Señor había recorrido ya y beber de la copa amarga de la que él había bebido, y me merecía el dolor que estaba sufriendo hoy. Pensando en esto, tuve fuerza y sentí que mi dolor disminuía un poco. En este momento, el policía me sacó el papel de la boca y trató de forzarme una confesión; viendo que seguía sin decir nada, cerró la puerta y se fue.

Cuando el policía se fue, entró una mujer policía de unos cuarenta años. Al ver que todavía estaba colgada cabeza abajo, me bajó al suelo, me abrió las esposas para quitarme la ropa, luego me volvió a esposar a una silla de hierro, y me dejó tendida boca arriba. Después, pisó mis tobillos con unos zapatos de cuero y dijo ferozmente: "China es un país ateo. ¿Por qué crees en Dios? Sólo puedes creer en el partido comunista. Dime qué personas conoces, rápido; si no lo dices hoy, ¡te tendré atada hasta que mueras"! Mientras decía esto, me golpeaba en la cara, en el pecho y en el vientre con el bastón eléctrico. La corriente eléctrica hizo que mis músculos se contrajeran de nuevo y volví a sentir la tortura de ser mordida por las hormigas y atravesada por innumerables flechas. De repente, una descarga cayó sobre mi nariz y la sangre brotó de ella y también de mi boca. Al ver esto, la mujer policía usó un pañuelo para detener la sangre. Mientras hacía esto, ella abusó de mí: "¿Por qué tu madre te dio a luz? Desde que naciste, deberías haber disfrutado de la vida, ¿para qué creer en Jesús"? Entonces, ella se levantó y cogió el bastón eléctrico y lo clavó en mi sexo con todas sus fuerzas. Mientras hacía esto, apretó los dientes y dijo: "Te destrozaré el útero". Al instante, la sangre y la orina fluyeron y me desmayé bajo una angustia insoportable. No supe cuánto tiempo pasó hasta que me despertó el terrible dolor. Encontré a la mujer policía sosteniendo un cuenco a mi lado y mi cuerpo desnudo completamente empapado y dolorido (más tarde supe que ella había vertido agua con sal en mi cuerpo). En ese momento, me dolía mucho pero sólo pude derramar lágrimas silenciosas porque mi boca estaba bloqueada y no podía ni gritar. Luego, esa mujer policía me dio la vuelta para obligarme a recostarme boca abajo. Ella usó el bastón eléctrico para golpear mi cuerpo bruscamente y lo clavó en mi ano, yo sentí el dolor de mi ano destrozado. En ese momento estaba totalmente asustada pensando en que esa policía me iba a dejar morir. Pero seguí orando a Dios en mi corazón: "¡Señor! ¡Sálvame! No puedo soportarlo más. ¡Estoy muriendo! Sálvame!" Después de mi oración, las palabras del Señor flotaron en mi mente: "Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno" (Mateo 10:28). Yo estaba consciente. El gobierno del PCCh puede matarme, pero no puede matar mi alma. Además, es el Señor quien me ha dado este aliento y controla mi vida y mi muerte, entonces, ¿qué hay que temer? Pensando en esto, decidí comprometerme a no traicionar al Señor. Y, entonces, milagrosamente, como si mi cuerpo estuviera dormido, dejé de sentir dolor. Sabía que era la maravillosa obra del Señor: Él estaba mostrando su misericordia hacia mí y protegiéndome. Una indescriptible gratitud al Señor se agitó desde el fondo de mi corazón. También vi claramente por qué el gobierno del PCCh odiaba tanto a los creyentes en Dios. De hecho, era el Señor a quien odiaba, por lo que perseguirían cruelmente y cuasarían a cualquiera que crea en el verdadero Dios. Tal como dijo el Señor Jesús: "Si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros" (Juan 15:18). Mientras meditaba sobre las palabras del Señor, esa mujer policía comenzó a pincharme todo el cuerpo con agujas y no lo detuvo hasta las cinco p.m. Luego ella se fue.

Cuando llegó la noche, un policía de guardia vino a verme. Con zapatos de cuero, me pisoteó con todo su peso y me sonrió burlonamente: "¿Ahora sientes dolor? Bueno, si me dices los nombres te puedo convertir en policía aquí mismo". Tenía náuseas al verlo, sintiéndolo una bestia con ropas humanas. Yo sólo creía en el Señor porque quería ser una buena persona y no hice cosas malas; entonces ¿por qué me torturaron cruelmente? Realmente los odié hasta lo más profundo. Pero no pude hablar, solo le miré. Me azotó con un cinturón de cuero y no sé cuántos golpes me dio. Luego comenzó a derramar vino sobre mi cuerpo y al hacerlo, se rió salvajemente y dijo: "¿Por qué tu Señor Jesús no te salva? Si te hubieras casada conmigo, ya te habría abandonado". Después, me puso una inyección en la cadera con una aguja enorme y comenzó a desabrocharse el cinturón. Yo estaba muy asustada, pensando: ¿Qué va a hacerme? ¿Me va a violar? Lloré incesantemente y supliqué al Señor: "¡Señor! Por favor sálvame. Él es un diablo Satanás. Por favor, no permitas que me humille". Cuando terminé de orar, lo vi temblar y salir corriendo. Me di cuenta de que aquello era obra del Señor y sentía el calor del Señor en mi corazón. En poco tiempo, comencé a perder el conocimiento y no recuperé el sentido hasta la mañana siguiente.

A la mañana siguiente, a las ocho en punto, dos policías vinieron diciendo: "La hemos torturado duramente, pero ella no ha soltado ni una palabra. Realmente no hay nada que hacer con ella". Después de decir esto, salieron. Aproximadamente a las nueve, llegó un colega de mi esposo, diciéndoles: "Vengo a recogerla porque su esposo está en el hospital". Un policía me soltó y me dijo que me fuera. Pero no podía moverme porque todo mi cuerpo estaba hinchado; tampoco podía pronunciar ni una palabra, ni sabía dónde había puesto mi ropa la mujer policía, así que estaba totalmente desnuda. Luego me dieron un pedazo de tela para envolverme y me llevaron a un coche. Al ver que me estaba muriendo, el colega de mi esposo me llevó al hospital y estuve allí una semana, sobreviviendo gracias a una transfusión de sangre porque había perdido demasiada sangre debido a las torturas y ni siquiera podía tragar agua: mi boca y mi garganta estaban quemadas. Una semana después, pude beber un poco de agua y leche. Más tarde, dado que no tenía dinero para pagar mi tratamiento médico, mi corporación pagó el gasto total: 27.500 yuanes por mí, lo cual se debió al amor y a la misericordia de Dios. Después, salí del hospital para terminar de recuperarme en casa; en ese momento todavía sangraba mi sexo y mi boca. Después de llegar a casa, supe que la policía había saqueado mi casa y se habían llevado mi Santa Biblia. En poco tiempo, mi casa de alquiler iba a ser demolida, pero el líder de mi corporación me llevó a la corporación y mis compañeros se turnaban para ocuparse de mí. Todo esto me recordó a los Salmos 23: 4: "Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento". Pensé: sí. Fue la misericordia y la protección del Señor lo que me permitió salir viva de la comisaría de policía. Y ahora que estoy dolorida e impotente, el Señor envía a mis compañeros a cuidarme, dejándome ver su amor por mí y mostrándome que siempre me acompaña. Aunque mi cuerpo comenzó a recuperarse medio año después, los efectos secundarios me acompañaron durante 18 años: todavía salen coágulos de sangre de mi sexo (lo que supuso una menopausia forzada a los cuarenta años) y a veces mi ano todavía sangra. Además, a menudo me siento mareada, me duele la cabeza y mi mente también se embota.

No mucho después de dejar el hospital, la policía vino a mi corporación a buscarme dos veces y cada vez que preguntaban a mis líderes por mi paradero, simplemente respondían que yo no estaba allí, por lo que la policía dejó de venir. Habiendo experimentado la persecución y la tribulación, parecía haber caminado por el valle de la sombra de la muerte. Sé que fue el Señor quien personalmente me guió por ese doloroso camino y que fue el Señor quien me apoyó con su vara y bastón para que yo no desfalleciera. Y también he podido apreciar que la misericordia y el amor del Señor son genuinos y grandiosos.

Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.


Alzando la cruz y siguiendo al Señor hasta el final

2019-08-13 13:33:00 | Reflexiones Cristianas

En 1997, mi esposa estaba gravemente enferma. Gastamos todos nuestros ahorros para curar su enfermedad, pero sin ningún resultado. Eventualmente condujo nuestra vida a una esquina por un lapso de tiempo. En ese punto, un amigo mío dio el evangelio del Señor Jesús a mí; mi esposa, mis dos hijas, y todos aceptamos el evangelio. Desde entonces, leemosla Biblia  y le oramos al Señor todos los días. Especialmente cuando leo la palabra del Señor en la Biblia, diciendo: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). A menudo le confiaba mi angustia al Señor. Bajo su bendición, no sentí angustia poco a poco, y no mucho después, la enfermedad de mi esposa se curó milagrosamente. Desde entonces, nuestra familia estuvo viviendo una vida feliz. Me conecté al Señor Jesús en mi corazón y estaba más convencido de que el Señor Jesús es el verdadero Dios para salvar al hombre. Sin embargo, justo cuando estaba comenzando a predicar el evangelio con mucha fe para pagar el amor del Señor, el Partido Comunista Chino extendió su mano malvada hacia nosotros. He sido arrestado muchas veces en el corto tiempo de cuatro años, mediante el cual soporté tortura, abuso, y burlas por parte de ellos. Esa experiencia, como una pesadilla, permaneció fresca en mi memoria hasta ahora.

Una mañana de agosto del 2003, cuando estaba barriendo mi patio, cinco invitados inesperados irrumpieron desde el patio. Echando un vistazo, descubrí que uno de ellos era el oficial de seguridad pública del ayuntamiento, otro el líder del grupo, y los otros tres eran policías con uniforme. Tan pronto como el líder del grupo me vio, sonrió hipócritamente y dijo, “Lao Wang, queremos hablar contigo, hablemos adentro”. En ese momento, un policía estaba mirando hacia afuera, y el líder del grupo se quedó en la puerta bloqueando el camino. Tenía un presentimiento de que debía haber algo malo. En ese momento, habían dos hermanos que vinieron a predicar el evangelio viviendo en mi casa, y no tenían idea de lo que sucedía afuera. El momento en que entramos a la casa, los policías mostraron sus licencias a nosotros y gritaron, “¿Sabéis lo que estamos haciendo aquí hoy? No creáis que no sabemos que creéis en Dios. Hace tiempo nos informaron a nuestra policía y los hemos investigado por un mes. Sabemos todo lo que habéis hecho”. Y entonces, forzaron a mi hija mayor a que subieran las escaleras para hacer una búsqueda. En ese momento, estaba algo asustado ya que había escuchado que la PCCh trataba a los creyentes en el Señor con métodos viciosos, nunca respetándolos como hombres, y una vez arrestados serían como oveja que cae dentro de la boca de un tigre. Pensando en eso, oraba contínuamente al Señor para que nos concediera fe. Luego de mi oración, pensaba en la palabra del Señor Jesús, “Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí” (Mateo 5:10–11). La palabra del Señor me hizo comprender que fue una bendición ser arrestada por la PCCh porque Dios quería probar nuestra fe a través de esto. No nos abandonaría. Cuando pensaba en ello, no me sentí tan temeroso e hice un voto en mi corazón: No importa lo que suceda, absolutamente nunca venderé a mis hermanos y hermanas.

Después de un tiempo, buscaron todas las escrituras mías y la Biblia de nuestra habitación. Las colocaron en un bolso y las dejaron para que me las llevara en el hombro. Luego llevaron a mi esposa, a mi hija mayor también, así como a los dos hermanos al comité de la villa y comenzaron a interrogarnos por separado. Después de interrogar a mi esposa y a mi hija mayor, las liberaron y les advirtieron que no se fueran y esperaran a ser llamadas en cualquier momento. Luego, los policías comenzaron a interrogar a los dos hermanos y a mí. El que me interrogó era un joven policía. Al comienzo, aún anhelaba la ilusión de que este joven policía no sería tan malvado conmigo porque también tenía familiares de mi edad en casa. ¿Quién sabía que cuando me llevó a un aula de una escuela, me gritó severamente, "¿Sabes qué ley quebrantó?". Respondí: "No quebranté ninguna ley". Golpeó la mesa y se puso de pie. , apretando los dientes y rugiendo, "¡Quédate quieto! No te apoyes contra la pared. Tu creencia en Dios está rompiendo la ley. ¿A quiénes ha predicado el evangelio? ¿De cuántas personas estás a cargo? Díme la verdad.” Dije: “No le predico el evangelio a nadie más. Sólo mis propias familias creen en Dios. Sólo me hago cargo de nosotros mismos.” Luego de escuchar mis palabras, enrolló sus mangas y corrió hasta mí, abofetéandome en la cara con fuerza. Instantáneamente, me sentí mareado; rugió de nuevo sin esperar a que recuperara la compostura, “¡Todavía te rehúsas a decirlo! Bueno, incluso si no cuentas la verdad, aún puedo apresarte de un crímen...” Entonces él me interrogó por dos horas pero no obtuvo ninguna información que quería de mí. Esa noche, nos llevó a los dos hermanos y a mí a la estación de policía. Esposándonos a los banquillos, nos dejó solos allí y regresó a casa.

Era lejos en la noche. No habíamos ni comido ni bebido agua en todo el día, y para colmo estábamos siendo picados por mosquitos. Me sentía dolor y picazón en todas partes, especialmente la mitad de mi cara que fue golpeada todavía se sentía dolor intenso. Los labios de los dos hermanos estaban secos y sus bocas estaban sangrando. Viendo esto, no pude evitar preocuparme en cómo los policías nos torturarían mañana. En ese punto, el hermano sentado a mi lado parecía leer mi pensamiento y me animó diciendo, “Hermano, ¿de qué te preocupas? El Señor una vez nos dijo, ‘¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre. Y hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Así que no temáis; vosotros valéis más que muchos pajarillos’ (Mateo 10:29–31). El Señor es nuestro respaldo. No necesitamos temer de ellos o preocuparnos por nada. Sin el permiso del Señor, no nos pueden hacer nada. Sin importar qué tan grande es nuestro sufrimiento, debemos creer que siempre y cuando confiemos en el Señor, lo superaremos”. Después de escuchar aquellas palabras, me sentí mucho más tranquilo y también tenía coraje.

El siguiente día, nos detuvieron por quince días con el cargo de “disturbios al orden de la sociedad” y luego nos escoltaron al centro de detención. Tan pronto llegamos allí, los policías nos ordenaron quitarnos los zapatos, y luego nos quitaron los cinturones, cortándonos los botones a la fuerza de nuestros pantalones, e incluso nos quitaron el dinero que traíamos. Tuvimos que levantarnos los pantalones y caminar descalzos hasta la celda de la prisión. Sólo había una cama desnuda dispuesta y al lado había un retrete, cuyo olor era horrible. Especialmente al momento de la suspensión de suministros de agua, se nos haría difícil respirar. En el centro de detención, los policías exigían que cada uno de nosotros pagara diez yuanes todos los días para nuestra vida diaria, pero en vez de eso nos daban sopa clara que sólo flotaban unas piezas de hojas de vegetales podridos y los panecillos enmohecidos y agrios. Al principio vivíamos los tres en una celda de la prisión, y unos días más tarde, la policía de la prisión nos colocó en otra celda, donde vivimos con un criminal que era un asesino y pirómano y capaz de hacer toda clase de maldad. La policía de la prisión lo incitó a tratar con nosotros. Nos trataba como esclavos y siempre nos ordenaba en frente de nosotros. En un momento, nos solicitó que limpiáramos el piso; en otro momento nos forzó a lavar el sanitario, nunca nos permitía descansar. Debido al cansancio, sentía que ya no podía más y también me sentía furioso. Pero cuando recordé la palabra del Señor, que dice, “Pero yo os digo: no resistáis al que es malo; antes bien, a cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra”(Mateo 5:39). Me mantengo orando a Dios para que me proteja y me permita soportar hasta el final. Unos pocos días más tarde, el criminal fue liberado. Luego la policía de la prisión incitó a otros criminales a que nos torturaran, prohibiéndonos dormir hasta el día que fuésemos liberados. Pasando sólo la mitad de un mes de la vida de prisión. Yo, un hombre fuerte original, perdí diez kilos de peso. Nunca he pensado que la PCCh odiara tanto a los creyentes de Dios, e incluso fue cruel en este nivel para mí, una persona ordinaria desarmada. ¡Qué difícil es creer en Dios y caminar el sendero correcto en China!

No mucho después de que me liberaron, cinco hermanos y hermanas y yo tomamos el autobús a un lugar remoto para predicar el evangelio. Un día, cuando estábamos orando por un hombre enfermo en una familia acogida. “¡Bang!” La puerta se abrió de un golpe, y una banda de policías irrumpieron. Sin mostrar ningún certificado, nos ordenaron pararnos contra la pared, quitándonos las correas y los zapatos. Al poco tiempo, nos encerraron en la patrulla y nos llevaron a la estación local de policía. Una vez llegamos allí, siete u ocho policías nos gritaron con ojos destellantes a cambio, “Mostramos compasión a los que confiesan y severidad a los que se resisten. Si no dicen la verdad hoy, ¡sólo se culparán ustedes mismos! ¡Hablen! ¿Cómo se llaman? “¿De dónde son ustedes?” ¡Confiesen!” Todos guardamos silencio y yo estaba rezando silenciosamente en mi corazón. Después de eso, me buscaron y me quitaron mi tarjeta de identificación, y revisaron mi identidad en el sistema computarizado. Me puse nervioso y pensaba: Si descubren que una vez fui arrestado, ¿cómo me tratarán? Antes que pudiera recuperarme, habían obtenido la información sobre mí y el jefe de la estación de policía me dijo con un tono malvado, “Así que, estuviste detenido una vez por creer en Dios. Parece que no temes a la muerte. Todavía no cuentas la verdad hasta ahora. Hoy, definitivamente te golpearé hasta que mueras.” Al decir eso, se apresuró hacia mí y comenzó a golpearme y a patearme, e incluso me maldecía mientras lo hacía. Cuando se cansó de golpearme, le pidió a otros que continuaran haciéndolo. Todas estas personas eran bravucones que estaban capacitados profesionalmente en el ejército. Me empujaron para atrás y adelante como a un saco de arena. Un par de rondas después, mi pecho y espalda estaban tan brutalmente abatidos que estaba adolorido, mareado y me costaba respirar. Pensaba: Si se mantienen golpeándome así, debo serguramente estar muerto; incluso si no pueden castigarme hasta morir, me discapacitarán. Al pensamiento de eso, me sentía miserable. Oraba rápidamente al Señor, y durante mi oración, recordé que el Señor Jesús fue clavado en la cruz para perdonar a la humanidad. Comparado a ese sufrimiento, ¡mi miseria no era nada! Siempre y cuando pueda beber del cáliz de amargura por el Señor, incluso si muero, vale la pena. El Señor Jesús dijo, “Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28). Los policías solo pueden matar mi cuerpo, pero mi alma es la mano del Señor. No debo reservarme nada y dar mi vida al Señor. Pensando en esto, mi corazón se calmó.

Después de golpearme, el policía gritó con voz ronca, “¡Habla! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Eres un líder? ¡Habla rápido!” Respondí sin aliento, “Nuestra creencia en Dios es, la ley del cielo. Alguien estaba enfermo, oramos por ellos, ¿está mal? No soy un líder. Soy una persona ordinaria que cree en el Señor Jesús.” Dijo en voz alta, “Incluso si no dices nada, todavía puedo meterte preso”. Luego de eso, no me golpearon sino que me trajeron una pequeña hoja de papel, la cual estaba llena de palabras escritas, “Su creencia rompió la ley y molestó el orden social. Será detenido por quince días”. Gracias al Señor. Había pensado que nunca me dejarían ir tan fácil esta vez, y que en verdad sería sentenciado a reforma laboral, pero lejos de mi expectativa, fui detenido sólo por quince días. Esto fue todo gracias a la protección del Señor. A consecuencia, confié más y me hice la idea que continuaría difundiendo el evangelio después que saliera de la prisión.

En agosto de 2006, cuando predicaba el evangelio con un hermano mayor, fui arrestado de nuevo. Esta vez, nos llevaron a los dos directamente al centro de detención después del interrogatorio y me detuvieron por quince días y al hermano mayor siete días sin ninguna razón. Durante este tiempo, la policía de la prisión instigó a que un criminal me castigara. A menudo usaba su mano para torcer mi muñeca por diversión; cada vez estaba tan adolorido que mi sudor salía a chorros, mientras él se reía con regocijo y no aflojaba su mano hasta que se cansaba. Además, a menudo no me permitía comer o dormir sin ninguna razón. Cuando vio que mostraba signos de cansancio, se corría hacia mí y me castigaba. Los policías, sin embargo, no tenían el más mínimo cuidado si vivía o moría y dejaban que el criminal me castigara como quisiera. De esta forma, a menudo los criminales tomaban mi comida y con frecuencia me sentía mareado por el hambre y no podía hacer nada más que arrodillarme en la cama y rezar a Dios. Incluso más despreciable era ese policía que me llamaba todos los días. Me pidieron que escribiera mi nombre en un pequeño letrero y lo sostuviera hasta mi pecho para que ellos me fotografiaran. Dijeron que divulgarían mis fotos en la televisión, dejando que todas las personas supieran que estaba detenido por creer en Dios. Sus métodos despreciables de perseguirme me hicieron sentir que mi dignidad estaba humillada enormemente, lo cual era incluso más doloroso y triste que ser abatido. Justo cuando no pude soportarlo más, recordé de nuevo la escena cuando el Señor Jesús fue a Jerusalén y fue crucificado: Aunque muchas personas lo insultaban y le daban latigazos, Él irrevocablemente caminaba hacia donde sería clavado en la cruz. En últimas fue crucificado y salvó a la humanidad. Pensando en esto, me sentí confiado y sentí que era gloria que pudiera soportar tal sufrimiento.

Y como eso, bajo la protección del Señor, incluso cuando he sufrido dolor físico y humillación todo el tiempo cuando estuve arrestado, todavía podía regresar a casa en paz después de eso. Después de ser perseguido por la PCCh una y otra vez, verdaderamente vi que la PCCh es una banda de mafiosos y bandidos que se especializa en oponerse a Dios y perseguir a los Cristianos. Y al mismo tiempo, apreciaba el amor del Señor por mí: Cada vez que mi carne estaba demasiado débil para soportar la tortura de los policías, fue a través de mis oraciones que obtuve fe y fortaleza del Señor, y fue la palabra del Señor que me motivó a dar testimonio de Él ante Satanás, y evitar que venda a mi Señor y mis amigos. Luego resolví en mi corazón: Sin importar cómo la PCCh me persiga, continuaré predicando el evangelio del Señor, soportaré todo el dolor y cargaré la cruz para seguir al Señor hasta el final.

Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.